sábado, 25 de octubre de 2008

Tal vez no eras de plomo.

A William Stanley.

Como todo buen soldadito de plomo, dispuesto estaba, para ir a la guerra, para estar al frente de batalla, para matar al primer desdichado que tuviera enfrente sin la más mínima piedad. Muy difícil era estar en sus zapatos, y hasta cierto punto era comprensible su actitud, ¿a quién serías fiel, a tu corazón o a tu patria?, vale resaltar que en la patria se incluyen las ideas de los seres amados y todas las doctrinas que le fueron inculcadas desde el nacimiento. Es probable que eso influyera en que se decantara por ser un soldatito de plomo en lugar de un hombre (que en realidad es muy difícil), u otra opción más sencilla, un ciudadano, en cualquiera de los tres casos, seguramente en dos se hubiera escrito algo sobre él, pues de un ciudadano no hay nada que escribir, de buen saber es que estos seres no hacen nada más que regalar un voto cada cuatro años, y excusan los fracasos en los gobiernos que están compuestos también en la mayoría de los casos por ciudadanos, a excepción de Estados Unidos que esta gobernado por George Bush y eso es una especie distinta a los otros tres estereotipos antes mencionados.

El soldadito de plomo -del cual nos tomaremos el atrevimiento de pasar su nombre a español- se llamaba Guillermo, era un tipo convencional, tenía sueños, fantasías y pesadillas, como todos (excepto los ciudadanos), Guillermo quería ser director de cine, documentalista y posiblemente escribir, pues seguro que después de pasar una guerra tan cruenta como ésta iba a desear escribir un libro.

-Una pena gigantesca abarrota hoy nuestras calles, a una semana y han muerto 1000 hombres, mil soldaditos de plomo, el cielo es gris y los ángeles no paran de llorar, las hojas dan su luto tornándose de un color amarillento y tirándose al suelo desesperadas, pues todo es tan doloroso que nadie quiere vivir para verlo. Guillermo, Guillermo, gracias al Señor que vives, regresa a casa, por favor regresa a casa.

Guillermo, leía las cartas que enviaba su amada y su madre, solamente pensaba que ellas no entendían, el plano de las mujeres era demasiado sensible, demasiado cobarde, y todo esto se tenía que ver con frialdad, no importaba cuantos tenían que morir lo importante era que su nación fuera engrandecida en base a las derrotas de otros, un Estados Unidos hegemónico necesita la sangre de todos los posibles, pues la economía no esta de su lado por ahora, soldadito de plomo escribía en su diario. Por su deseo de escribir ese libro de desdichas Guillermo registraba hasta el ultimo suspiro de los que le rodeaban, de lo que se informaba y de sus pensamientos.

-En confianza puedo decir que Guillermo era uno de mis mejores amigos, pero al comprender lo que esta guerra significaba para él podía aplacar mi egoísta deseo de tenerlo a mi lado, de trabajar juntos para cumplir nuestros sueños y sin querer las pesadillas también-.

Hoy que salí de mi casa dispuesto a un café pensaba en soldadito plomo, pensaba como él en medio de todo encontraba sabor a la vida mientras que yo me enganchaba en una rutina para no darme cuenta de lo patética que era la mía, pero no importa, creo que soy lo suficientemente listo como para ir a una guerra, aunque la apoyaba. De pronto una punzada desangró mi corazón que por un minuto dejo de latir, cuando me di cuenta, lo primero que hice fue preguntar por Guillermo, y fue cuando su madre me dio la noticia en medio de lágrimas y gritos, el campamento de soldadito de plomo fue atacado, a pesar de que sobrevivía estaba gravemente herido.

Mañana vendrá a casa, sin dos piernas, con terrores de guerra, tal vez con una terrible depresión y lo más seguro, y es lo que más miedo me da, deseando ser solamente un ciudadano.