miércoles, 21 de diciembre de 2016


No veo nada más, estoy ciego.
Me hundo en silencio. Camino en la senda de la muerte, solo.
Mis ángeles me abandonaron y su mano no me guía.

¿Dónde estoy? Los veo a todos arder. Como cerdos revolcándose en el fango
ellos se revuelcan en sus actividades, dinero y placer. Y lo material les consume
su alma esta seca.

Yo estoy ahí.

Camino, camino solo, ciego. En silencio.
Su luz me abandonó, o decidí alejarla de mí.
No hay razones para seguir, no hay razones para respirar.
Un suicida camina a mi lado, y me invita.

Sigo caminando. Busco su voz, algún consuelo, busco sus ojos y su pelo,
y sus cejas, y sus manos para tomarme y librarme de mí.
Del cazador. Del destructor.

Un último ángel, una última gota de luz para salir de mi mente,
el fuerte consume al débil, golosamente. Gustosamente.
Que sea ella mi Beatriz y me saque de aquí.

No puedo respirar.
Hay demasiado humo en mis pulmones.
Y ya estoy ciego, lento y débil.

Adiós querida.


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