domingo, 13 de noviembre de 2011

Media Verónica

Despertar es morir.

Bécquer.


El día, ese día cruel cuando te diste cuenta que ibas muy lejos, mas no tan lejos como para volver,

ese día en que el viento sopló en mi contra sin siquiera zarpar, no sabías que todo podía ser tan difícil, suele suceder cuando se le da la espalda a los hechos, por confiar en que la mente domina los sentimientos.

Tus fotos tenían el mismo sabor amargo y vacío que mis ideas, pero en nuestras voces cobraban la vida del amor bastardo que estaba ocurriendo, demasiado puro, para un momento tan incorrecto, aunque dijeras que no, yo siempre creí que sí. Y fuimos despertando de las noches soñolientas con sabor a vainilla y tabaco mal disimulado, fuimos dejando de respirar para conversar y claro, acumulábamos todo el aire para correr, lejos, donde no sintiéramos esa felicidad demasiado perfecta, el temor de llenarla de polvo o de recordar la vida que está tras el sueño, la realidad poco romántica, dura y siempre sincera.

Hoy quise volver a dormir, cerca de tus ojos también cerrados, junto a las ilusiones que vuelan lejos mientras esperamos a las que vendrán, como dijo don Andrés. Hoy quise saber si esto era cada vez más mal o realmente como lo dice la forma correcta, peor, quise saber si quizás era más fuerte que jamás, pero todo resultó igual, todo significaba lo mismo, como sucede cuando la estabilidad es tan precaria.

Todo tiene un orden establecido y los seres humanos estamos más predestinados de lo que creemos, el camino del libre albedrío ya estaba establecido antes de que lo fuéramos trazando, y fue por eso que ayer, despertamos, probablemente por última vez.

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