domingo, 1 de marzo de 2009

Pensamientos en la tristeza del ser.

Las ideas bastardas colman mi cabeza, todas inundadas de dolor absurdo por sentimientos elocuentes y estúpidos, pequeño idiota, ¿cómo pudiste creer?, absorto de la pesada esperanza camino más ligero con una mochila cargada de nada, fracasos y deseos inmensos de saltar por el vacío y así alargar hasta el infinito la ventaja que tiene el no ser.

Filosofías baratas de calles anónimas, todas ellas, que alguna vez pude creer se desnudan para el eclipse paradójico que nos regala la vida en el mejor de los casos, en el peor de ellos, no hay paradoja, solo una imposición cruel de lo que no queremos ser, pero que jamás tuvimos el valor de enfrentar. ¿Cada cuánto pasa eso?. Cada día. Pues bien, a pesar de todo, aleja esa copa de maldición que atormenta mi calma, que por muy dulce que sea el sabor, amargo es a mi confusa alma; Sabes bien que no tengo nada que ofrecerte más que un puñado de besos entregados al aire, y un manojo de desgracias en forma de cartas para amores no correspondidos, algunos sueños ilusos, y sobre todo ideas optimistas que jamás fueron mías, pero que adopté en el desesperado intento de ser lo que no soy.

Mas, ¡qué es lo que querés de mí!, si ya no veo, la luz fue demasiada para mis ojos, si no respiro, pues el aroma era demasiado perfecto, si ya no siento, la materia era demasiado suave al tacto humano, mis oídos estan sordos por la seguida repetición de pensamientos ausentes, y ya no distingo el sabor del vino, pues el veneno ha sido efectivo, y la infelicidad es la dueña de todo.

Ahora, he decidido rendir mi amor a una mujer que fue la única que jamás me traicionó, hoy le rindo mi vida a ella misma, pues en el universo finito escribe mis letras, y se apropia de mis palabras, se lo doy todo a mi complemento perfecto que me desprecia tanto como yo, y sin duda, me odia con la misma fuerza que odio mi carne, que a pesar de todo, me condena a vivir en la cobardía de solo ser, Soledad, te dejo el alma, la carne y la mente, para que la mates y la resucites de nuevo, viejo vengo y caigo débil soñando el rejuveneciento que solo vos sabes dar.

Sabes que Soledad es mía, como yo soy tuyo, situaciones distintas, los mismos momentos inoportunos, pero sé que las ideas bastardas de que todo podía ser mejor, ya fueron extintas por la realidad del sufragio universal que es la necesidad absoluta a la razón, acompañado del letargo de la existencia, al final no sé si me apoyas, no se si en verdad pasé a ser lo que jamás desee, pero ahora ella y yo, uno somos y muy satisfactoriamente infelices hoy estamos.

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