jueves, 16 de diciembre de 2010

Carta sin dueña.

Podrías bailar hoy en esa alfombra de amapolas, la guitarra suena bien, saben lo que hacen, el naranja del cielo recae hermoso sobre tu pelo y mi vista descansa vagamente en tu mirada.
Jamás había estado en un atardecer tan hermoso y nunca había tenido tanta ilusión por sentir,
mientras giras y giras contagiando de alegría mi paisaje perfecto, mi lugar de silencio hoy se llenó del ruido de tu felicidad, ensordecido por tu pasión, lleno de los colores que despierta el amor por tu baile, mientras, las guitarras suenan tan perfectas, el cajón hace el sonido indicado y las voces no entonan como siempre, no, hoy suenan como si fueran parte del perfecto coro angelical que adora en los cielos.

Todo es tan correcto que solo hay algo que afecta a mi demagógica mente y es eso, que no es verdad, es solo lo que imagino cuando voy sentado viendo por la fría ventana en ese camino que observo a diario y que incrementa mis desgracias, es solo mi desesperado grito por las rutinas que me hace buscar por un millón de opciones distintas, entre las cuales elijo la tuya, porque es la más pura, porque es la más hermosa, porque me ha permitido conocerte y robar las palabras de tu boca tan callada, tan contraria a vos cuando estás sobre esa tarima adueñandote del mundo, tal vez, es por eso que me gusta, porque te veo tan libre mientras que yo soy tan reo.

Tal vez es por eso que hoy estoy escribiendo esta carta para ningún destinatario, solo esa persona que la verá y sabrá que trata de ella, sí, es para vos.

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