viernes, 2 de enero de 2009

Solamente un humano real.

Bajo el cielo gris invernal que cobija a la tierra está ella, bailando en la oscuridad sin tener la menor idea de todos los terrores que pueden aparecer fuera, danzando en las tinieblas tratando de ser una luz un poco más resplandeciente que la del viejo faro que está en el centro del islote, vagamente siente la brisa que, aunque no lo imaginaba le asienta muy bien, ella con sus vestiduras de princesa, danza y da vueltas, y trata de sonreír, aunque no pueda ver en pleno día, mientras que un hombre de azul a lo lejos se acerca.

El suspenso habita en el ambiente, se respiran demasiadas cosas, tristeza, nostalgia, ira, rencor y con menos fuerzas pero existente esa sensación llamada alegría, la pesadez es mucha para los hombros de el hombre, que sin darse cuenta cae rendido a los pies de sus pesadillas, y esa mujer extraña danza, y lo ha visto, y se acerca, y danza a su alrededor, y el inmóvil, congelado, se da cuenta que no es más que su imaginación la creadora de todo esto, el océano de ideas azota el pequeño lugar, y el faro pierde cada vez más fuerzas ante la terrible noche que implacable avanza, y no puede más, y la princesa juega a su lado, y mientras el cede ante su propia mente, ella le cubre con un manto de seda para que no muera de frío, el cual mágicamente lo protege.

La princesa toma su mano, y lo lleva a rincones nublados en los cuales no ve ni lo que esta enfrente, preguntando así ella, ¿Este fue tu plan siempre?, y no hubo respuesta, pero se sabía, por las ruinas de la isla, que alguna vez fue un paraíso, lleno de sueños, ideales, y verdades que a pesar de todo, invitaban a creer en algo, que hoy, se ha desvanecido, la princesa recuerda lo que fue su castillo, pero que no es más que unos pilares viejos ahora, a causa de esa neblina que lo destruyó todo, con permiso de él.

Trató de dar una explicación que solo encontró una bofetada de la princesa, y entregándole una daga a él le suplico que le matara, y él sin dudarlo un segundo con toda la ira acumuló la poca fuerza que tenía y la uso para clavar la daga en el propio corazón de la princesa, que, en cuestión de segundos murió, dejando desierta la isla, matando así la ultima muestra de esperanza de su corazón.

Luego despertó y encontró un cóctel de pastillas que rehusó, pero que no tiró, pues nunca se sabe cuando van a ser útiles, y salió a la calle, y celebró su victoria contra él mismo, en ese acto de autoflagelación donde contra todas las expectativas positivista de los que le rodeaban, mató a la ultima oportunidad de ser imaginariamente feliz, para ser lo que realmente era, para ser esa tiniebla que tanto amaba, para ser nada más y nada menos que un verdadero artista, y dejar una huella en este mundo de gentiles, en este mundo ilusos, que creen ser felices, pero que lo buscan a él porque es el reflejo de lo que realmente son.

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